sábado, 12 de febrero de 2011

Capitulo 3.

El humo sale de mi boca y baila por sus pechos que le siguen al paso de una lenta respiración, sueña, duerme agotada, su boca entreabierta, los labios no demasiado carnosos de un color entre morado y rojo carmín, sus ojos grandes cerrados, me dan estos minutos en los que puedo verla sin que ella sospeche todo esto que me inunda desde el estomago al corazón, sin tener que fingir para que ella no sepa todo lo que me hace sentir su rostro la tranquilidad que me da estar aquí, a su lado, mirándola, examinándola para quedarme con esto para siempre y robarle al tiempo, este jueves de madrugada de un abril de 2003, que se va para siempre.

Más ella que nunca, sus pómulos sobresalientes redondos preciosos, sus pechos parecen un acto del diablo para tentar a los dioses, sus pezones; dos moradas uvas perfectamente creadas por Dionisio, (Dios del vino). Apenas hace unas horas los estaba pintando con mi saliva y ella me apretaba contra ellos, gimiendo, mis manos la cogían de la cintura, insólitas, abrumadas, la apretaban por si le daba por salir corriendo por que lo que estaba pasando, no podía ser del reino humano, no se que era.... Sus ojos se abrían y me dejaban entrar, fuera en nuestros cuerpos había explosiones, había ahogamiento, había despiadados empujones de deseo, las caderas se apretaban las manos se agarraban y se desagarraban las lengua se buscaban desde el principio al final, y las explosiones seguían sonando, sus manos agarraban a las sabanas o las sabanas a ella para que no levitara de pasión, después la gran explosión de cuerdas vocales que salpicaron las sabanas, la pequeña carcajada se le escapaba Andrée, a los diez minutos el sueño nos hizo dejar de mirarnos en la oscuridad de esa pequeña habitación donde habitábamos.

Es nuestro tercer encuentro, el primero se lió solo, sucedió entre la noche y la magia de lo que aparece sin más, sin ni siquiera presentirlo y sin pensar demasiado, estábamos, sin mas, de repente, el uno delante del otro, ella me miro y la deje mirar sin quitarle la mirada de encima, ella tiro de la cuerda que llegaba hasta mi y soltó, se acomodo, un brazo en la barra y con la otra mano, puso mi oído en su boca:

· Los tipos tristes no deberían frecuentar los sitios donde abunda la alegría, nos podía contagiar.

· Creo que vengo para que vosotros me contagiéis a mi.

· Te aseguro que te puedo quitar esa tristeza.

Ella me cogió del brazo y yo como pude la seguí, con mis torpes pasos de borracho triste intentaba seguirla en una especie de salsa o merengue, no lo recuerdo bien. Y cuando nos dimos cuenta ya nuestras bocas se habían besado y al poco rato en el hotel de al lado en una habitación su tanga ya estaba enredado en mis manos.

Lo buscábamos quizás, pero ya vale de encontrarnos esta es la prueba, de aquí solo puede ir a peor, de aquí seguramente ya solo nos espere la rutina, la desidia, entre dos seres no creo que pueda pasar nada mejor que esto. Además esto es solo lo que puedo ofrecerle, ella tan niña, tan dulce, tan frágil se romperá como burbuja de jabón en la tormenta negra, caótica, que soy yo.

En verdad nunca nos hemos dicho nada que nos comprometiera, bueno quizás ella lo haya dejado caer alguna vez después de enredarnos en nuestros sexos, pero solo lo dejaba caer, nunca me vi ni quise estar en la obligación de aludirlo.

la siguiente vez fue mas parecida a está ultima, yo andaba por la plaza de san jorge, cuando vi un abrigo rojo largo caer encima de un pajarillo que parecía haber caído de un nido y ella por lo visto después de correr detrás de él y no poder cogerle opto por tirarle el abrigo para poder socorrerle.

-¿Y ahora que vas hacer con el? Ella miro hacia arriba, puesto que estaba apunto, aunque de manera indecisa de descubrir al pequeño bebe de pájaro, y me miro con esos ojos grandes que parecían que eran el todo una sonrisa bueno no te quedes mirándome date prisa ayúdame.

· claro.

· Me puse enfrente rodeando a nuestra pequeña e inocente presa.

· Yo cuento hasta tres y tiro del abrigo y tu David lo coges con cuidado.

· Ok, estoy listo.

· Uno, dos, tres,

Me tiré a por él, se asusto y salto. Yo acabé tirado en el suelo pero con el pajarillo entre mis manos como Fay Wrey en las manos de King Kong. Ella reía.

· Bueno, ¿que piensas hacer con él? cógelo.

· pues lo llevaré a casa y le daré de comer hasta que aprenda a volar y pueda irse de casa.

¿Donde vives? Si quieres te acompaño a llevarlo y luego podemos tomar un café.

Me parece bien vivo justo aquí al lado en Santiago.

Andando iban concentrados en su acompañante se notaban que iban en una burbuja, el caminaba con las manos en su abrigo, ella a su lado un par de palmos mas allá, andaban despacio, iban uno al lado de otro, tímidos como no queriéndose equivocar en las miradas, ella le pregunto por lo que se debe preguntar, que tal le había ido desde la ultima vez en el Hostal, el respondió algunas banalidades, rutinas, y viceversa iban poco a poco rompiéndose los hielos.

Cuando llegamos, me quede fuera en la puerta esperándola, aunque me moría de ganas de ver su casa solo por que me llamaba la atención sus aires despreocupados de todo, su energía al andar, quizás solo quería saber si ella era como su casa o saber si ella era como yo pensaba que era.

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