martes, 8 de junio de 2010

capitulo 30

La habitación se encoge con el humo que los labios de todos expulsan una y otra vez, después de cada trago de Bourbon.

Los pequeños jirones de nicotina, alquitrán, dióxido de carbono, cianuro de hidrógeno, amoniaco, monóxido de carbono y demás componentes de nuestros cigarrillos se acomodan y se acumulan en el espacio libre que queda en el pequeño salón de Iván y de Roberto, al ritmo de un Silvio inspirado.

No se abre la ventana por que el humo nos da un ambiente;

Espacio mágico, habitación perdida en el mundo, caverna platónica donde los prisioneros no están amarrados por cadenas, si no por la otra realidad de la que tratan de huir.

Cada día que nos juntamos aquí es como una reunión de cumbre política, solo que sin un ejército en los tejados ni balcones, ni con el mundo gritándonos asesinos.

Cada uno con su mitología, cada uno con su filósofo, con su novela, con sus pensamientos, con sus melancolías, con sus revoluciones y revelaciones. Ojala las verdaderas cumbres que condenan al mundo fueran algo parecido a esto que llaman perder el tiempo, algo que se surge espontáneamente, de repente estamos aquí bebiendo y fumando, discutiendo y riendo, conociéndonos y alejándonos de la otra dimensión tan banal, tan difícil, tan cotidiana, con ese olor a boda de oro.

(perdone quien lleve enamorado y viviendo 50 años de y con la misma persona).

Esta sonando el timbre, Iván se levanta, sube el volumen del ordenador y coge su copa, nada más explícito. Mensaje para anunciar lo que pasa detrás de la puerta, cuando la madera recorrió el ángulo para el que había sido fabricada por el carpintero y sus maquinas, entró el silencio, incluso el ordenador paró de dictar acordes ya transformados. La siguiente acción fue un grito unánime que todas las bocas presentes gritaban: ¡Andrée! ; David no supo ni sorprenderse, ni decir, ni pensar, los ojos de la recién llegada lo buscaban rápidamente, y cuando sus retinas se cruzaron, el seguía entre dos paréntesis, tieso como un pajarito, la sangre se le solidifico, no podía reaccionar pero eso solo fueron los primeros dos o quizás tres mil primeros segundos.

Nervioso, intentando pensar y no mirar, su corazón (El de él) y sus nervios (Los de ella) parecían una locura, cogió la pequeña cajita de madera que guardaba un pequeño cogollo, se lo lío y se lo fumó, intentando pensar y no mirar, su corazón (el de ella) y sus nervios (los de él) parecían una locura, se movían tan irremediablemente rápido que tubo que irse. Ella solo le miraba, el se iba y ella miraba, el abrió esa puerta de madera que el carpintero fabricó, ella casi dijo algo que se perdió en el sonido del marco y la puerta.

Andando y fumando fuera de allí, increíblemente todo era igual, el resto del mundo inocente e ignorante no sabía, ni siquiera le importaba que ella estuviera en esa habitación, los coches seguían pasando de poco en poco como es normal en esta ciudad, las calles están vacías, y sin embargo se respira una tensión inaguantable, una inquietud, un no saber que hacer, ningún sitio es apropiado para esto, para terminar con el recuerdo y empezar el presente; ni la plaza, ni mi pequeño rincón del parque del Príncipe, donde acababa el parque y empezaba nuestra selva, que luego paso a ser mi bosque , ni el olor a consuelo del jazz, o del rock, pasar por los bares....

Miraba para atrás en busca de la formas del cuerpo de Andrée, sus pasos, su forma de poner el pie en el suelo, primero el talón, luego los dedos, la cadera se desplaza unos milímetros hacia la derecha, dejando el movimiento más fácil a la pierna izquierda para aposentar el talón izquierdo y después los deditos terminan por acomodarse y así cíclicamente hasta llegar a él. Entonces,¿que pasaría?; un beso, una cama que casi es solo un colchón, el olor a sexo, a sudor, gritos, gemidos, ruidos de caderas, de fluidos chorreando, ausencia de auto-control, de consciencia, y luego el silencio, el olor a hachís, el suspiro, la inquietud, las sombras en tu cuerpo, el contraste de la sabanas con tu piel, el maldito dilema entre querer y el poder, mi contradicción y tu claridad, y otras tantas hojas arrancadas en mi diario.

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